Así
llamaron durante muchísimos años a los números que hoy llamamos negativos. Grandes matemáticos, cuando realizaban
complicadas operaciones y daban resultados negativos, solían llamarlos absurdos
y que aquellas soluciones eran imposibles.
Ya,
mucho antes que ellos, los comerciantes chinos usaban en sus cuentas dos
colores: los números de las deudas en color rojo y los que no lo eran en color
negro.
Pero
se les seguía considerando como deudas. Poco
a poco, la práctica comercial les fue dando impulso hasta que, por fin, se les
dejó de considerar como números falsos o absurdos.
Un
comerciante de trigo tenía en su almacén dos costales de harina de 8 kilos cada
uno. Una mañana abrió su tienda y
dispuso los sacos de tal manera que se vieran bien, que todo el mundo que
pasara por delante del comercio se fijara en ellos.
Seguro que vendería muy pronto la harina. Al finalizar la jornada de mañana sólo había vendido
6 kilos de uno de los sacos. El pobre
mercader antes de irse a comer exclamó muy triste: ‐ ¡Sólo seis kilos!
Pues... ¡Vaya negocio! En fin, menos es
nada. Apuntaré en el saco los kilos que
he vendido, Pero, según escribía en la tela el número seis, se dio cuenta que
luego no sabría qué era ese "6": si era que había seis kilos o que faltaba esa
cantidad o qué. Se puso a pensar y,
pensando pensando, a punto de salirle humo por las orejas de tanto pensar, tuvo
una idea: - Ya está, pondré una señal al 6 y así sabré que a
este saco le faltan seis. Y no se le
ocurrió otra cosa que poner una rayita delante del número. Después de toda una tarde en su tienda, no
consiguió vender más harina.
‐
Y ahora ¿Qué hago con estos dos sacos? Esta
noche me traen otro de buen trigo siciliano y tengo que hacer sitio en el
almacén. ‐ Uhmmm... ¡Ya está! Juntaré los dos
sacos de harina y así tendré sitio para el trigo. Dicho y hecho: Vació un saco
en otro. ¿Cómo conseguiré acordarme de
que este costal de 8 kilos tiene, además, los dos kilos que me sobraron del
otro? ¡Jo, qué lío esto de ser tendero! ¡A ver qué hago ahora! Y pensó, otro tanto como por la mañana.
Al final consiguió la
solución: ‐Pondré un 2 en el
costal de ocho kilos y, para no confundirme le pondré la señal de antes... ¡Alto Giovanni! –exclamó, llamándose a sí
mismo‐ Si haces el mismo
signo vas a pensar luego que te faltan 2 kilos. Piensa... piensa... Giovanni. Y volvió a pensar... y pensar... y pensar: ‐ ...
Pues
le pondré dos rayitas cruzadas. De esta forma
sabré que este saco tiene dos kilos más de harina. Y escribió: +2.
Esto
lo contó en la Asociación de comerciantes de su ciudad y el invento de Giovanni
se extendió como la pólvora entre los mercaderes de toda Europa. Esta pudiera haber sido la historia de los
números negativos, de cómo al ponerles un signo, o tal vez ocurriera de otra manera.
El caso es que, con el paso del tiempo,
los matemáticos dejaron de considerarlos números absurdos.
Fuente: La maravillosa historia de los números. Museo
Virtual de la Ciencia del CSIC. 2004.
Y ahora puedes descargar el Plan Lector: Los números falsos, que incluye 10 preguntas.
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